Translate

viernes, 9 de marzo de 2012

Laos: de Houeixay a Pakbeng por el río Mekong

A las diez de la mañana había cruzado el río hacia Laos tranquilamente, para una vez allí encontrarme con una marabunta de gente rellenando papeles, cambiando dinero y sellando pasaportes. El puesto fronterizo bullía y empezaba a hacer calor. Cambié todos mis bahts a piks y me sentí inmensamente rico durante un rato (no todos los días tiene uno la cartera a reventar con más de dos millones) aunque después comprobé que una cerveza costaba quince mil así que me imaginé que iba a menguar rápidamente. Trabé amistad con un canadiense, fotógrafo: http://www.gerryyaum.com/ , en la cola y pasé un buen rato charlando con él hasta que ambos conseguimos nuestros pasaportes y salimos de allí corriendo hacia el bote que en teoría salía a las doce. Ésta es la conversación que escuché al llegar al barco entre un pasajero y un miembro de la tripulación:
Pregunta: -¿Dónde puedo recargar mi móvil?.
Respuesta: -En el pueblo.
P: -¿A qué hora salimos?
R :-A las 12h.
P: -Son las 12.10h.
R: -Tiene usted tiempo de sobra.
Con esto ya me hice una idea rápida sobre la particular manera de medir el tiempo que tiene esta gente y de la rigidez de los horarios establecidos.
También me hice una idea clara de que los escupitajos y los mocos soplados al viento al estilo ciclista son un gesto corriente en este país. Y en esto no hay diferencia de sexos. Paridad absoluta.
El capitán mismamente, al timón en la proa, no tenía ningún reparo en lanzar sus mucosidades por estribor sin tener en cuenta que todos los sentados inmediatamente detrás de él recibían la lluvia con mucha resignación y no poco asco.
En la barcaza íbamos unas ciento veinte personas, entre ellas un español, un charrán, que no calló la boca (ni dejó de beber cerveza) en las casi ocho horas de trayecto hablando con todo el mundo. Yo me hice el sueco todo el viaje, hablando con mi amigo canadiense, su novia tailandesa y con una pareja gay de holandeses que había conocido dos días atrás. El truco me funcionó, como siempre, hasta que casi al final uno de mis compañeros me delató y tuve que aguantar durante media hora "el monólogo del compatriota entusiasmado con el encuentro en tierras lejanas con uno de los suyos". Creo que mis monosílabos como respuesta y el hecho de que ya le había contestado en inglés un par de veces durante la travesía (aunque su acentazo le declaraba súbdito español) le hicieron ver que yo no era precisamente Manolo el del Bombo y se retiró.
Después de tres averías (una en la bomba de achique que nos obligó a parar en una playa durante más de media hora) y una parada en un puesto de control, llegamos de noche cerrada a Pakbeng, navegando a ciegas la última media hora. Al menos yo, que no veía absolutamente nada. Hubo un momento que nos encontramos una barcaza remontando el río y las luces que llevaba encendidas eran las del camión que transportaba. Pero nosotros no llevábamos camiones, ni la tripulación linternas. Y no debe ser fácil la navegación por el río. Hay rocas, bancos de arena, troncos flotando... pero llegamos. Todos, incluido el español.
Lo mejor del trayecto, sin duda, ver a los niños bañándose, jugando, saludando y haciendo monerías cuando pasábamos y especialmente ver aparecer, a la salida de un meandro, una luna llena inmensa y roja sobre el río.
Yo salté de los primeros a tierra y subí las escaleras del puerto hacia el pueblo, que está colgado sobre el río y allí, lejos de la marabunta de personas ofreciendo hospedaje, me tropecé con la niña más guapa del mundo que tímidamente alumbraba con una linterna unas descoloridas fotos de la habitación que ofertaba. Le pregunté el precio y me pareció bien así que le dije que sí, y sólo por la sonrisa que me devolvió ya supe que iba a estar a gusto allí.
El pueblo es polvoriento y feo. Vive del río y de lo que éste transporta. Es la parada intermedia en el camino hacia Luang Prabang, cosa que hace casi todo el mundo. Yo decidí no continuar, sino quedarme hasta el día siguiente para coger un autobús hacia el interior. Después de que el barco zarpara por la mañana me quedé prácticamente como único habitante pálido del lugar.
Y lo agradecí. La gente me saluda, algunos ya me conocen del día anterior y me hablan e intentan explicarme cosas o se atreven a ofrecerme opio y marihuana o "lo que necesite". Los enanos me dicen "sabaidiiiiiiii" y se mueren de risa cuando contesto, saludan con la mano y los más pequeños me lanzan besos. El pueblo es nada más que la carretera, con una zona de casas y hasta algún complejo hotelero de lujo donde dormir cuesta 120 dólares y el resto de las construcciones más misero, con chozas, lleno de niños que corren descalzos, gallinas y polvo, mucho polvo. Ahora entiendo lo de pasarse el día escupiendo y ya me es familiar el ruido de carraspera y el salivazo posterior. Lo de sonarse al viento es una técnica que ya dominaba aunque no suelo practicarla en público, pero ya veremos. Por la mañana he visto mucha gente lavándose en la calle con mangueras y barreños y al mediodía el calor es mortal así que la actividad desciende hasta última hora de la tarde en que llega el barco cargado de turistas y todo el pueblo se revoluciona y baja al puerto a recibirlos.
Caminando encontré la escuela, donde el profesor se esforzaba en mantener la atención de todas aquellas fieras y la armé buena porque metí la cabeza entre las tablas de la pared para observar y aquello fue una locura de gritos y risas.
Y también me encontré por la noche con el único bar del pueblo, según decía el cartel, donde fui recibido con un chupito de whisky laosiano de banana, por ser el primer cliente. Y en los altavoces sonaba ¡¡Daft Punk!! a todo gas.
Se nota que el nivel de vida es más bajo que en Tailandia pero veo a la gente incluso más amable y encantadora y me siento muy cómodo. Y muy pancho.


                               aprovechando la avería para remojar los pies




  Unas vistas de Pakbeng:

                                         







                                              el baño matutino

       

 El puerto de Pakbeng:


Y un monográfico sobre retretes:





1 comentario:

  1. Hola, yo hice el recorrido al revés y me encontré con un Pakbeng bastante más ruidoso al parecer: http://www.blogenblanco.com/2014/03/navegando-hacia-el-pais-de-la-eterna.html

    ResponderEliminar