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domingo, 22 de abril de 2012

Sihanoukville (Kampong Saom)

Como echo mucho de menos mi querido Laos y como por fin he conseguido, después de una ardua labor de investigación, encontrar el hit musical que me acompañó durante mes y medio, quiero compartir este vídeo genial con vosotros. A mí personalmente me gustaba más como lo escuchaba allí, a volumen brutal y con los altavoces rajando, pero igualmente me encanta. Os presento al Brian Ferry laosiano, un artista total, el crooner de las cunetas: Xieng Savanh

Tres noches en Phnom Penh dan para bastante. Me lo pasé genial con mi nuevo compañero Antony, que era un cachondo además de muy buena gente. El último día nos pegamos una pateada por toda la ciudad hasta casi salirnos del mapa, unos veinticinco kilómetros calculamos, y durante muchas horas no vimos a ningún blanquito. Pasamos por barrios donde los negocios se agrupaban por gremios: los mecánicos, los dentistas, las mueblerías, las cristalerías... Vimos barrios muy bonitos y limpios, también alguno muy curioso y agradable, otros menos limpios y vimos alguno donde una persona con una salud de hierro dudo mucho que pudiera sobrevivir más de séis meses. Y me encantó. Me recuerda un poco a Bangkok en el ambientillo callejero, pero mucho más amable, fácil y manejable. Me parece admirable cómo este país se ha recuperado tan rápidamente del horror vivido no hace tantos años.
No tengo muchas fotos del día porque suponía demasiado esfuerzo con tanto calor.




el café de barrio

 la estanquera de barrio

 la gasolinera de barrio

 la mierda de barrio



delicatessen

 Rupert, te necesito

 Olympic Stadium: Evasión o Victoria

 un pies negros no nace, se hace

para Poty, über alles
                                                        
Como todo lo bueno se acaba y el dinero en la capital vuela, salimos al día siguiente del hostal hacia la estación, intercambiamos direcciones, tomamos un café y nos dimos un abrazo. Él se iba hacia Siem Reap a ver los templos de Angkor y yo hacia el sur a ver las palmeras en la playa, que después de tres meses de montaña e interior ya me apetecía. Un trayecto fácil, todo por carretera asfaltada y con rectas interminables que atravesaban la llanura de bosque y palmeral. Cuando el autobús dio una curva y por fin pude ver el mar y alguna isla cercana a la costa, me puse hasta nervioso. En la calle ya se sentía la brisa marina que por lo menos algo refrescaba. Como yo era el único blanco del autobús, todos los tuk tuk y mototaxis vinieron a por mí, uno detrás de otro. Cuando me cansé de decir que no y que tenía dos piernas para caminar, arranqué por la carretera con cuatro motos escoltándome. Entré en un bar a tomar algo para librarme de ellos y centrarme. Cuando salía hacia Victoria Beach por la carretera, me paró un irlandés en moto que se ofreció amablemente a acercarme, así por las buenas, porque él era mochilero también, me dijo. Me bajé de la moto y estaba buscando habitación cuando me paré al ver algo en el suelo que parecía un billete, algo descolorido pero en el que aún se leía "100 dólares". Me agaché un poco incrédulo pensando que sería la típica publicidad de "compro oro" o de algún puticlub, pero al darle la vuelta alli estaba Franklin mirándome con buen color. Rápidamente saqué uno que tenía en la cartera y los cotejé y sí, eran parecidos en tamaño y color aunque este tenía la cara que había estado expuesta al sol bastante gastada. Mi día de suerte ¡100 pavos! Encontré habitación, dejé el petate y fui caminando hasta el pueblo a buscar una moto, que para algo era rico. Por el camino, al lado de una bolsa de plástico, destacaba sobre el asfalto la silueta de otro billete, 100 pavos de nuevo, éste algo más estropeado. Ahí ya sí que empecé a sospechar de mi buena suerte y miré a un lado y a otro buscando la cámara oculta antes de doblarme a por él. Cuando llegué al pueblo era 400$ más rico... y 400$ más tonto. ¡Cuatro billetes de 100$ en menos de dos kilómetros!. Ya sin ninguna fe entré en una oficina de Western Union y pedí cambio en billetes pequeños. Con una sonrisa boba solté el billete que mejor pinta tenía encima de la mesa y la chica lo miró de reojo y ni lo tocó, pero sonrió mirándome con cara de "sí claro, ¿no quieres que te lo cambie por uno de 1000$?". Rápidamente le di mi billete bueno que había sacado en el cajero (aquí los cajeros dan dólares y se funciona con reales o dólares indistintamente) y me dio el cambio, pero me dio vergüenza preguntar por qué hay tanto billete de 100$ por ahí tirado y aún desconozco la razón. Me parece fatal que la gente vaya por la vida tirando el dinero, sobre todo cuando es falso.

¿cuál es el bueno?

La zona en la que fui a parar, Victoria Hill, no me gusta. Aparte de que hay bloques horrorosos en la playa, en la colina donde estoy son todo tabernas irlandesas, pubs ingleses, pizzerías italianas... y paisanos barrigudos acompañados de chavalas en minifalda que andan taconeando por les caleyes. Yo me instalé en una habitación de una mansión de tres plantas muy guapa, muy tranquila, barata, limpia y con jardín que me recomendó un tío al que pregunté por la calle. La dueña es un personaje que habla sola y anda en cuclillas todo el día recogiendo hierbas por el huerto. Se hace llamar Mama Medicine. 
Ya motorizado, me dediqué a recorrer la zona desde bien temprano y pude comprobar que el desarrollo insostenible se lo está tragando todo. Hay playas con hoteles de lujo al lado de chabolas sin luz ni agua. Otras playas donde pasan sus vacaciones los camboyanos, tailandeses y chinos (que son los que lo están comprando todo) donde se respira el ambiente local y hay playas donde se agrupan los occidentales. Y mucha basura por todos lados. Y ninguna me pareció nada especial.
Luego me fui alejando de la ciudad y fue mejorando la cosa, ya se veía algún sitio más agradable.

cuando vi a estos suizos me entraron ganas de tener mi furgo aquí

Yo buscaba una playa concreta, que me había comentado un español que fue mi vecino un par de días en Laos, de nombre Otres Beach. Y buscando buscando, acabé dando con ella. Un sitio donde todavía no ha llegado el hormigón, donde los alojamientos son de madera y de una planta, al borde del mar. Al final de la playa y lejos de todos los chiringuitos, donde ya no había nada, me encontré una hamaca entre dos árboles y al lado un inglés que vivía en una tienda de campaña montada en la arena desde hacía tres meses. Andaba con una bolsa recogiendo la basura esparcida y ese detalle me gustó y me senté a charlar un rato con él. Con buen humor consideramos la posibilidad de crear una ONG para recoger plásticos abandonados en Asia.
Por cierto, qué excitante es ver subir la marea, sentado bajo la sombra de una palmera...

Advertencia: las siguientes imágenes pueden herir la sensibilidad de los espectadores, especialmente de aquellos más envidiosos. Va por ellos.







la vida es así, no la he inventado yo

Y aquí es donde he decidido que voy a celebrar mi cumpleaños. Feliz Día del Libro a todos, feliz Sant Jordi a los R y allegados en Barcelona y...



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