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jueves, 21 de junio de 2012

Rishikesh

"A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar ese calor". Fue lo último que dije antes de subirme al tren que nos sacó del infierno de Varanasi. El último día allí oficialmente hubo 49º, lo que quiere decir que a ciertas horas del día, en los ghats a orillas del río, con toda aquella piedra recalentada por el sol, la temperatura pasaba tranquilamente de los 55º. No es justo, no es saludable, no es vida. Así todo, hicimos lo que pudimos y entre bajones de tensión y pérdida repentina de toda fuerza interior, aún pudimos visitar rincones todavía desconocidos y volver por última vez a alguno de nuestros lugares preferidos.




 el arte de doblar la colada, todo un espectáculo







Para salir de allí cogimos un tren a Haridwar, otra de las ciudades sagradas de India y para ese recorrido de veinte horas decidimos subir de categoría y escoger un vagón con aire acondicionado. Como señores. Nos pasamos el viaje leyendo o dormitando panchamente sin sudar, con sábanas, manta y almohada limpias cortesía de Indian Railways. Nos bajamos en Haridwar a las 4.30h de la mañana, fuimos a la estación de autobuses y después de casi una hora saltando por encima de los cuerpos allí tendidos, acertamos a coger el autobús a Rishikesh.
Mucho ha debido de cambiar Rishiskesh desde que los Beatles se dejaran ver por aquí en el año 1.968 y pusieran este lugar en el mapa para los occidentales. Aquí se pasaron tres meses de retiro y meditación en el ashram del Maharishi Mahesh Yogi de donde salieron buena parte de las composiciones de The White Album. En realidad no todos se quedaron tanto tiempo, creo que Ringo se largó a los quince días. Y es que el que va a acabar siendo el más longevo y cachondo de los cuatro Beatles debe seguir la máxima del famoso gastrofilósofo Arguiñano: "Para una vida plena y feliz hace falta mucha salud, dinero lo justo y cabeza poca".
Hoy día en Rishikesh puedes realizar un montón de actividades "ing": kayaking, boating, rafting, bungee jumping, camping... y a veces sólo faltaría Paco Cascos con montera picona lanzando la caña desde una peña para que esto fuera el Sella. 
Pero lo cierto es que este pueblo a orillas del Ganges sigue siendo un sitio sagrado y un lugar de peregrinación y retiro, lleno de escuelas, templos y ashrams donde estudiar y practicar yoga, meditación, ayurveda, etc.
Y es un sitio agradable y cómodo para descansar y recuperar fuerzas. Aunque seguramente llegamos a 40º o más, al menos aquí estamos rodeados de montañas, bosques y tenemos el sagrado Ganges que baja frío y limpio de las alturas para poder bañarnos y un montón de cafés guapos donde tirarnos bajo el ventilador a dormitar las peores horas del día.

 viajando como señores

Escogimos un ashram para alojarnos que está al lado de Lakshman Jhula, el puente colgante de la parte alta,  en el que nos encontramos muy cómodos y tranquilos y en el que rápidamente nos integramos. Un sitio básico y simple pero agradable. Aquí hay gente que lleva años viviendo y entre los que son ya "de la casa" tenemos un iraní que todos los atardeceres toca el sitar y recita sus mantras en la azotea y es un placer escucharlo.




 también nos visita habitualmente esta ternera



Leo va todos los días a las 6.30h de la mañana a clase de yoga. Espero que así consiga centrar un poco la cabeza porque no hace más que perder cosas o dejarlas olvidadas en todos los sitios a los que vamos, incluidas aquellas que acaba de comprar minutos antes. También hace meditación, lo que sin duda le vendrá muy bien porque si vino para aquí con inflamación de cólon, ahora lo que tiene inflamadísimo es el ego con tanta foto como nos hemos tenido que hacer con turistas de todo el país que nos abordan por la calle. Y ahí va, progresando adecuadamente.



progresando a la vera del Ganga

El primer día que llegamos, mientras estábamos bañándonos en el río con otro español y un americano, apareció un policía con exceso de celo que vino a protegernos de cualquier mal y a explicarnos que el río era muy peligroso y que justo allí habían muerto tres personas y que estaba prohibido el baño. No sé cómo fue pero acabó con nuestros pasaportes en la mano (menos el del americano, que no llevaba) y registrando nuestras pertenencias. Supongo que al conocer nuestra nacionalidad se imaginó que teníamos drogaína, porque de todos es sabido que todos los españoles fumamos, por defecto. Pues así nos tuvo allí un buen rato, tan pronto hablándonos de lo sagrado del lugar, tan pronto poniéndose duro y hablando del respeto por las normas y de que él era un representante de la ley. El típico rollo de poli bueno-poli malo en un asombroso ejercicio de desdoblamiento de personalidad. A mí hubo un momento que me dijo que parecía un baba y que le recordaba a su abuelo, hombre sabio y espiritual, así que después de mostrarle todo lo que llevaba, le exigí que me devolviera el pasaporte, cosa que hizo inmediatamente y sin rechistar. Ya que con esta barba no me como nada, al menos parece que impongo respeto. Ya me estaba calentando aquel niñato con galones así que decidí retirarme y dejar que Leo negociara tranquilamente su pasaporte porque parecía que el tío sólo quería asustarnos para ver si nos sacaba dinero. Después de un buen rato aguantando la chapa, todos teníamos el pasaporte con nosotros sin haber soltado una rupia. 
Lo mejor de este incidente es que a la salida del río, unos sadhus que habían presenciado la escena nos invitaron a pasar a su casa-cueva a descansar. Allí nos invitaron a té, a comer y estuvimos charlando y escuchando durante una hora larga las enseñanzas de Baba Ji, que lleva treinta años allí, meditando. Y desde entonces siempre nos acercamos por allí en algún momento del día.





Aquí me podría quedar tranquilamente una buena temporada en alguna de estas pequeñas casas levantadas a la vera del río y a la sombra de los árboles, dedicándome a la introspección y a la contemplación. El paseo que hago todos los días al amanecer entre el Ram Jhula y el Lakshman Jhula (los dos puentes colgantes) es uno de los más agradables y sugerentes de los que puedo recordar y por momentos tengo la sensación de estar trabajando de figurante en La Vida De Brian. Saludas a unos y charlas con otros. Te dejas llevar. Vendedores, sadhus, babas, swamis, gurús, renunciantes, peregrinos... la explosión de color que se da a la orilla del río, especialmente por las mañanas, es un absoluto placer para los sentidos y te transporta a otro tiempo. 


 Lakshman Jhula



 capaces de dormir hasta colgando

 Ram Jhula







En las abluciones y rituales mañaneros podemos ver todo tipo de personajes con mayor o menor grado de iluminación y que merecen mayor o menor respeto:



 gran ganga gran ganga...








 parecidos razonables



 nadie puede sentirse excluido, hay para todos






 "punto limpio"

 el hoy abandonado ashram de los Beatles


 todo está en los libros


No tardando mucho tendremos que salir de aquí porque se acerca la peregrinación al templo de Nilkanth, lugar donde Shiva bebió el agua envenenada que le dio ese color azul, y se espera que lleguen más de dos millones de peregrinos concentrados en quince días. Y no me lo puedo/quiero imaginar.
Entre tanto seguimos experimentando, intuyendo, sintiendo, percibiendo, creciendo, viviendo...
Hari Om, Namaste.



2 comentarios:

  1. Hombre, eso de que el Ganges baja limpio... Estoy seguro de que todo el que llega a las fuentes se pone a mear allí, al igual que en España tanto en Fuensanta como en Borines como en Fontvella el deporte nacional de los pueblos más cercanos es ir a cagar, mear y tirar fetos en las fuentes. Tras este pecado original el ganges irá recibiendo más heces y orines conforme baja por la montaña, por no decir cada vez que pasa ante un pueblo.

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  2. Bueno hombre, limpio limpio... pero sí que baja bien batido!

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